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La Fuerza de tu voz, con Miguel Aquino: Una elección inédita… ¿y fatal?

Opinión de Miguel Aquino

Finalmente llegó el tan anunciado 1 de junio. Para unos, el día esperado. Para otros, el día temido. La jornada en la que, por primera vez en la historia de México, los ciudadanos acudieron a las urnas para elegir a quienes impartirán justicia: jueces, magistrados y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Una elección histórica, sí. Pero también una elección incierta. Impulsada por la reforma al Poder Judicial, promovida —y en muchos sentidos impuesta— por el expresidente Andrés Manuel López Obrador, este proceso ha dividido opiniones, generado dudas y, sobre todo, encendido las alertas. ¿Es este el inicio de un sistema más justo o el principio del fin para la autonomía judicial?

Nos enfrentamos a una paradoja: por primera vez podemos votar por quienes deben garantizar justicia… pero no sabemos por quién votar. Y eso, en sí mismo, ya es una señal de alarma.

Recorrimos casillas. Platicamos con ciudadanos. Muchos, con genuina intención de ejercer su derecho, confesaban no saber quiénes eran los candidatos. “Me dieron este papelito”, decían unos. “Nos dijeron por quién votar”, explicaban otros. Algunos incluso mencionaban recibir una dádiva. ¿Es esa la justicia que merecemos?

He cubierto elecciones desde el año 2000, cuando por primera vez un partido distinto al PRI ganó la Presidencia. He estado en urnas federales, locales, intermedias. Pero esta es la primera vez que veo una elección tan cargada de incertidumbre, tan llena de vacíos informativos, tan manipulada desde sus entrañas.

Nos han vendido esta elección como un ejercicio de democracia pura. Pero ¿qué tan democrática puede ser una elección donde el ciudadano llega sin conocer a los candidatos, sin saber sus trayectorias, sin entender sus posturas legales? ¿Elegimos o simplemente acatamos?

La gran pregunta hoy no es si esta elección es histórica —porque lo es—. La gran pregunta es si marcará un cambio positivo… o si, dentro de unos años, miraremos hacia atrás y diremos: ahí comenzó la tragedia.

Porque en un país como México, donde la corrupción ha hecho metástasis en todos los niveles —en la salud, en la seguridad, en la procuración de justicia, en los tres órdenes de gobierno y, claro, entre nuestros políticos—, pensar que un voto puede curar el cáncer judicial parece más un acto de fe que una estrategia real.

Hoy sembramos una semilla. Pero no sabemos si brotará justicia… o si germinará el veneno de la manipulación.

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